Cuando Dios ha prometido usarte, agárrate porque así será. Hay muchos ejemplos en la palabra de Dios usando a sus siervos y siervas, pero yo no quiero que retrocedamos tan lejos en el tiempo; quiero escribir de lo que Dios ha hecho en mí. Hoy día Dios está usando mucha gente a mi alrededor. Le doy gracias a Dios por mis pastores y líderes quienes Dios ha usado para influir en mi vida de forma maravillosa.
Todo empezó hace dos años con un sueño que el señor le dio a mi pastora. En ese sueño, el Señor le mostró que yo estaba predicando y ministrando a muchas personas. Muchas veces cuando alguien nos cuenta algo así dudamos o decimos “¡A ver si Dios me quiere usar!” pero yo no; yo decidí creerle a Dios y a esperar en Él. No es fácil esperar que Dios haga algo grande en ti cuando te encuentras en medio de personas que no creen en ti, mucho menos que Dios te pueda usar. Yo no hice caso a palabras de desánimo – “A palabras necias oídos sordos” como dice un conocido refrán.
Lo que hice fue meterme más con Él. Comencé a apartar tiempo a solas con Dios (devocionales) y a no perderme ningún servicio ni actividad en la iglesia. Poco a poco los líderes iban notando mi entusiasmo y empezaron a incluirme en actividades importantes. Luego notaron mi talento para escribir y me han dado la oportunidad de compartir lo que Dios me ha dado o ha puesto en mi corazón en la página web de la iglesia. Además de eso, me han puesto como maestra de las mujeres nuevas o tiernas en la iglesia. Ya soy considerada una líder en la red de mujeres.
La última y más impactante asignatura que se me fue dada fue la de dar una conferencia en el encuentro de mujeres. Esos encuentros o retiros como les llaman otras iglesias, son muy importantes porque la gente es ministrada por Dios en gran manera. Una sale de tales encuentros con el resplandor de la gloria de Dios! Lo digo por experiencia porque antes de esto, yo ya había pasado por dos de ellos. Cuando en la reunión de líderes se me asignó una conferencia yo dije dentro de mi “¡Ay Señor hoy si me llegó la hora! “
Dar una conferencia de tal importancia es algo serio especialmente si nuestro jefe es Dios porque a Él le gusta la excelencia no la mediocridad. Mi carne se puso nerviosa pero yo sentía en mi espíritu que si Dios me daba la orden, debía de hacerlo no a medias sino con excelencia y que Él me iba a apoyar. ¿Qué hice entonces? Yeah, that’s right! Meterme más con Dios pero esta vez agregué dos ingredientes muy importantes y poderosos – ayuno y oración. Cuando uno sabe que se va a enfrentar con el enemigo cara a cara no puede llegar desarmado, tiene que ponerse la armadura de Dios.
El tiempo llegó y mi conferencia era la tercera del día. Nunca había estado tan nerviosa como ese día; estoy acostumbrada a una audiencia pero no de personas adultas. Momentos antes de pasar al frente sentía que hasta las piernas me temblaban ya no se diga cómo sudaban mis manos. El momento de la verdad llegó cuando me dieron el micrófono. Todo nerviosismo y sudadera se fue de inmediato. ¡Fue increíble la paz y la seguridad que sentía! El respaldo del
Espíritu Santo estaba conmigo; Lo sentí como quien siente una ráfaga de viento en su cuerpo. Pude ver cómo las treinta y tres mujeres que estaban ahí comenzaron a ser ministradas con las palabras que Dios estaba poniendo en mi boca. Veía cómo lágrimas rodaban por las mejías de muchas. Creo que estuve hablando por cuarenta y cinco minutos pero sentí como si hubieran sido quince. La ministración después de la conferencia también fue poderosa. Yo oía mi voz pero las palabras poderosas que salían de ella me impactaban porque sentía como si no habían salido de mí. Le doy gracia a Dios por escogerme para ese trabajo tan importante y sé que la próxima vez me va a usar aún más en conferencias de cientos y hasta miles de mujeres. ¡Es tan lindo ser usada por Dios!
¿Quién iba a creer que Dios me iba a usar de esa manera? ¡Después de creer en la mentira de que esos encuentros eran “diabólicos”, Dios me usó tremendamente en uno de ellos! Él quiere usar a quien esté dispuesto a pagar el precio. Sólo hay que entrégale todo a Él y dejarlo que nos moldee. Si Dios ve que estás dispuesto de todo corazón y ve el empeño en ti, te sorprenderás de las maravillas que hará contigo.